martes, 29 de septiembre de 2009

Peruanicémonos

Saludos cordiales a todos mis paisanos, nacidos en la Selva, Sierra o Costa, orientándonos de Este a Oeste, de Oriente a Occidente o, más mejor (como dicen en mi tierra), según nos alumbra el Sol, y así romper el esquema tradicional y centralista de Costa, Sierra y Selva.
Tal vez a algunos –o muchos– no les agrade que los llamen "paisanos", porque ser paisano en nuestro país equivale a serrano, indígena o provinciano. Por ello no sé como llamar a los que habitan la ciudad capital, porque limeños limeños no son, ya que la mitad son migrantes provincianos y la otra mitad somos los hijos de éstos. (En primera instancia escribí "son los hijos...", tratando de excluirme, como solemos hacer muchas veces)
Y es que éste es uno de nuestros mayores problemas, siempre tratamos de ser o sentirnos diferentes al resto de la “chusma” que nos rodea. Por eso, algunos se sienten peruchos y otros peruvianos, cuando en realidad todos somos peruanos, pero nos cuesta aceptarlo en toda su dimensión. Aunque si estamos ante cámaras, nos convertimos en patriotas y patrioteros.

Nos cuesta identificarnos con los nuestros, por ello los excluimos o nos excluimos.
Así, si somos de piel blanca choleamos a todo el mundo y, si el apellido nos descubre por lo autóctono, decimos que es de origen italiano o de otro país europeo a fin de ponernos un sello de distinción. Si somos de piel oscura, negra, o seria –como dicen algunos para no ofender–, hablamos como brasileños o portorriqueños, o nos vestimos como ellos; o, en todo caso, vociferamos que a nosotros nos vendían como esclavos pero a los indígenas los trataban peor que a perros porque no valían ni mela, los daban como encomienda.

Pero lo que sí resulta insoportable es que un mestizo serranee a todos sus vecinos por el solo hecho de tener estudios, un negocio, vivir en zona residencial o haberse pintado el pelo, porque el queso se le sale por todos los poros del mismo modo que la cara de mote y el cuerpo de papa lo descubren. Y se hace difícil de soportar, porque el muy tonto cree que por comprar importado, con tarjeta y en dólares, algo de “americano” se le va a pegar.

Jamás cambiará nuestro país si no cambiamos nosotros. Por eso, hoy mismo, mírese en el espejo, descúbrase y acéptese, porque ése que ve allí es usted, el mismo que vemos nosotros y como nos ven en el extranjero, donde creen que por el solo hecho de ser peruanos, hablamos quechua y tocamos muy bien la quena y la zampoña. Recuerde el gran mandato: ¡Conócete a ti mismo!!

¡Peruanicemos el Perú!, ya es tiempo que entendamos que tenemos y debemos de hacerlo nosotros, pero para ello tenemos que peruanizarnos nosotros. Vamos, decídase, hágalo por sus hijos, POR LOS SUYOS Y POR LOS NUESTROS, porque son ellos los que recibirán lo que dejemos.

Que pueda volver a escucharse: ¡Vale un Perú!, como expresión de grandeza, de lo inigualable.